Momento difícil, jóvenes y cohesión social
Desde la perspectiva personal el momento que vive buena parte de la población y, especialmente, la gente joven en nuestro país es difícil, en algunos casos incluso desolador; tanto más cuanto menor es su red de apoyo familiar y social y cuanto menor es su estatus socioeconómico y su formación. Estas enormes dificultades a las que se enfrentan los jóvenes hoy están repercutiendo también en la formación de parejas, de nuevas familias y en la natalidad, profundizando así en el déficit demográfico que arrastramos.
En el panorama colectivo, lo más sencillo y fácil es adjudicar etiquetas generacionales, a veces más ingeniosas que descriptivas de la realidad: generación nini, bloqueada, etc… Estos epítetos son a veces útiles cuando la información ha de ser sumaria, rápida y breve, pero casi siempre producen un reduccionismo poco equilibrado e injusto.
Lógicamente, en situaciones como éstas, es complicado evitar la conmoción, incluso la indignación, de quienes con motivo, se sienten víctimas ajenas a las causas. Pero hay que tener en cuenta que, como consecuencia, se resiente y erosiona la cohesión social, sobre todo entre un colectivo -como la gente joven-, especialmente sensible a las injusticias y prontamente dispuesto a proponer, a exigir y a producir cambios. Visto el fenómeno en perspectiva cronológica transversal, a lo largo del tiempo, podría decirse que lo que pierden los jóvenes actuales en inserción, presencia y protagonismo social se transformará -casi inevitablemente y más pronto que tarde- en empuje, fuerza y presión de cambio y de transformación de aquellas estructuras culturales, sociales, económicas y políticas que impidieron e impiden su crecimiento como ciudadanos. Las formas como lo hagan o como lo intenten son y serán, como siempre, muy diversas. Algunas aún están por verse.